Somos lo que hacemos y
lo que tenemos miedo de aceptar.
No soy de los que va por la vida cambiando
preferencias sexuales, la mayoría de veces en las que mi voluntad no ha
sido quebrantada por un buen bulto o extremo encanto visual, ha sido porque
rechazo proposiciones de personas casadas ya que para mi el matrimonio es
sagrado.
Ésta vez cedí a la propuesta y me dejé llevar
por su frondosa pero bien pulida barba, acento costeño, penetrante aroma a
“Lacoste” y sus 20 cm de verga, que me mostró en el baño de un famoso Mall de
mi ciudad.
Tampoco soy de visitar lugares donde la gente se
amontona, a menos que vaya a hacer algo específico y el Mall del sol es uno de
ellos, mucho menos uso baños públicos pero los de este lugar son aseados.
Fui a comprar un regalo y de repente tuve la necesidad de usar uno de ellos, mi
contextura y estatura jamás me han ayudado a conseguir hombres debido a que no
soy el estereotipo homosexual: delgado, con jean ajustado y siempre a la moda.
Me conformo con estar combinado, bien peinado y oler bien.
Al urinario llegó este hombre cuyas características
describí e inmediatamente llamo mi atención, pues con una mirada jocosa y su
sonrisa de lado supe lo que proponía.
Mientras estaba allí me
dijo que mire su miembro, que era grande y era meneado por él con lentitud
insinuante; Agarró mi trasero muy fuerte y me gustó mucho. No es habitual que
se encuentren baños vacíos en ese lugar, pero ese día fue la excepción.
Decidí entrar a uno de los gabinetes, él me
siguió. Mientras yo lo limpiaba con papel higiénico , su
pene crecía más y más... De pronto, vi su anillo con una dedicatoria
y ello hizo bajar mi intensidad, lo que cuestioné: - ¿Eres casado? - Él, con la
respiración agitada indico que sí y que su esposa no tenia por qué enterarse,
me mando a callar y me ordenó que se lo chupe sin parar.
Por dentro, sentía un debate moral,
sin embargo lamía su verga con energía y placer... Me dejé llevar.
Llegó el momento en el que se detuvo y me volteó fuertemente, me asustó pero me
gustó.
Saqué el preservativo y lo coloqué sobre su
grande y venoso instrumento, me penetró con furia, como hacia mucho tiempo no
lo habían hecho. Tuve ganas de gritar pero sabia que no podía
hacerlo. Quizás la expectativa de que nos descubran hizo que yo también me
excitara cada vez más.
Mientras él me penetraba, me empezó a masturbar,
una sensación muy placentera que muy pocas veces he podido experimentar.
Lamía mi oreja de forma suave mientras
su respiración sobre mi cuello yacía, movía su cintura con mucha energía tan
vital como quinceañero en su primera vez.
Cuando terminó, me besó
e incluyó un mordisco tan fuerte que lastimó mis labios. Sacó el preservativo
de su miembro, pero para mi sorpresa, continuaba erecto. Por otro lado, yo ya
estaba satisfecho.. No habría repetición.
Al final se presentó, su nombre era Camilo, me
dio su PIN y lo agregue por mera cordialidad, aunque sé que ese remordimiento
del matrimonio siempre me quedará.
Me escribe de vez en cuando para que salgamos y
repitamos lo acontecido, pero no acostumbro a salir con la misma persona en dos
ocasiones.
Hemos charlado mucho y también sé que no
deberíamos hacerlo... Él dice que no es bisexual ni mucho menos
homosexual y que era la primera vez que lo hacia. No le creo, sé que eso no es
verdad.
También dijo que me ama y también sé que
no es verdad. Lo que si tengo claro es que somos lo que hacemos y lo que
tenemos miedo de aceptar.
Lehm