sábado, 20 de octubre de 2012

Camilo


Somos lo que hacemos y lo que tenemos miedo de aceptar. 

No soy de los que va por la vida cambiando preferencias sexuales, la  mayoría de veces en las que mi voluntad no ha sido quebrantada por un buen bulto o extremo encanto visual, ha sido porque rechazo proposiciones de personas casadas ya que para mi el matrimonio es sagrado. 

Ésta vez cedí a la propuesta y me dejé llevar por su frondosa pero bien pulida barba, acento costeño, penetrante aroma a “Lacoste” y sus 20 cm de verga, que me mostró en el baño de un famoso Mall de mi ciudad.

Tampoco soy de visitar lugares donde la gente se amontona, a menos que vaya a hacer algo específico y el Mall del sol es uno de ellos, mucho menos uso baños públicos pero los de este lugar son aseados.

Fui a comprar un regalo y de repente tuve la necesidad de usar uno de ellos, mi contextura y estatura jamás me han ayudado a conseguir hombres debido a que no soy el estereotipo homosexual: delgado, con jean ajustado y siempre a la moda. Me conformo con estar combinado, bien peinado y oler bien.
Al urinario llegó este hombre cuyas características describí e inmediatamente llamo mi atención, pues con una mirada jocosa y su sonrisa de lado supe lo que proponía.
Mientras estaba allí me dijo que mire su miembro, que era grande y era meneado por él con lentitud insinuante; Agarró mi trasero muy fuerte y me gustó mucho. No es habitual que se encuentren baños vacíos en ese lugar, pero ese día fue la excepción.

Decidí entrar a uno de los gabinetes, él me siguió. Mientras yo lo limpiaba con papel  higiénico , su pene crecía  más y más... De pronto, vi su anillo con una dedicatoria y ello hizo bajar mi intensidad, lo que cuestioné: - ¿Eres casado? - Él, con la respiración agitada indico que sí y que su esposa no tenia por qué enterarse, me mando a callar y me ordenó que se lo chupe sin parar. 

Por dentro, sentía un debate moral, sin embargo lamía su verga con energía y placer... Me dejé llevar. Llegó el momento en el que se detuvo y me volteó fuertemente, me asustó pero me gustó.

Saqué el preservativo y lo coloqué sobre su grande y venoso instrumento, me penetró con furia, como hacia mucho tiempo no lo  habían  hecho. Tuve ganas de gritar pero sabia que no podía hacerlo. Quizás la expectativa de que nos descubran hizo que yo también me excitara cada vez más. 

Mientras él me penetraba, me empezó a masturbar, una sensación muy placentera que muy pocas veces he podido experimentar.

Lamía mi oreja de forma suave mientras su respiración sobre mi cuello yacía, movía su cintura con mucha energía tan vital como quinceañero en su primera vez.

Cuando terminó, me besó e incluyó un mordisco tan fuerte que lastimó mis labios. Sacó el preservativo de su miembro, pero para mi sorpresa, continuaba erecto. Por otro lado, yo ya estaba satisfecho.. No habría  repetición.

Al final se presentó, su nombre era Camilo, me dio su PIN y lo agregue por mera cordialidad, aunque sé que ese remordimiento del matrimonio siempre me quedará.

Me escribe de vez en cuando para que salgamos y repitamos lo acontecido, pero no acostumbro a salir con la misma persona en dos ocasiones.

Hemos charlado mucho y también sé que no  deberíamos  hacerlo... Él dice que no es bisexual ni mucho menos homosexual y que era la primera vez que lo hacia. No le creo, sé que eso no es verdad.

También  dijo que me ama y también sé que no es verdad. Lo que si tengo claro es que somos lo que hacemos y lo que tenemos miedo de aceptar.


Lehm

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